LA VENDEDORA DE ROSAS. De Victor Gavira
Leidy Tabares tenía 16 años cuando Víctor Gaviria se presentó en Medellín con la propuesta de protagonizar su siguiente película, La vendedora de rosas. Su vida había sido hasta entonces un largo rosario de tribulaciones típico de la que en esa época --finales de los 90-- pasaba por ser una de las ciudades más violentas del mundo. La aparición del cineasta colombiano le permitió dejar por un tiempo las miserias de la calle y deleitarse con las mieles de la fama, incluso desfilar como una estrella más por la alfombra roja del Festival de Cannes. Pero solo por un tiempo. El Tribunal Supremo de Colombia acaba de ratificar la sentencia que a mediados del 2003 la condenó a 26 años de prisión por asesinar a un taxista.Tabares fue detenida en noviembre del 2002 y desde entonces ha estado en la cárcel, a excepción de un intervalo de ocho meses para dar a luz y cuidar de su segundo hijo. El tribunal considera probado que la actriz de 26 años urdió junto a su novio un plan para secuestrar a un taxista en Medellín, robarle el coche y asesinarlo. Para llevarlo a cabo contrataron a dos delincuentes, Sergio Grande y Sergio Chiquito, que se ocuparon de todo. Abordaron al taxista en las calles de Medellín, lo trasladaron a Bello --un municipio cercano-- y allí, por orden de Leidy, la dulce Leidy María, lo mataron. A cuchilladas. Era agosto del 2002.La actriz que Gaviria había reclutado en plena calle para que hiciera delante de cámaras lo mismo que hacía en su vida diaria --vender rosas-- se había dejado vencer por el destino. Casi todos los actores de la película lo habían hecho. Habían salido de la calle para incorporarse al proyecto y una vez acabadas las giras y las promociones habían vuelto a lo de antes, tal vez a cumplir con lo que estaba escrito. Seis de ellos han muerto asesinados en los últimos 10 años, siempre en Medellín y siempre en circunstancias truculentas. Uno de los cadáveres apareció un día flotando en las aguas del río que divide la capital de Antioquia.TRATAMIENTOS CAPILARES Ala vendedora de rosas solo le quedan los recuerdos y una pequeña casa producto de una colecta nacional que organizó una televisión local cuando se supo que había vuelto a malvivir en las calles de su ciudad natal. En la cárcel de mujeres del Buen Pastor su comportamiento es modélico, y su única esperanza, una vez ratificada la pena, es que eso le sirva para que la justicia le rebaje la condena. Hace dos años, por cierto, obtuvo el título de especialista en Belleza, Tratamiento Capilar y Cosmetología.